De hecho, la mayor parte de las narraciones de robots de Asimov son reflexiones éticas.
Resulta fácil comprobar que las famosas tres Leyes de la Robótica son esencialmente normas
para garantizar la convivencia en sociedad, precisamente ante la presencia de unos seres, los
robots, con gran potencialidad pero que deben quedar sujetos al control de los humanos. Las
conocidas tres leyes establecen que:
1. un robot no debe dañar a un ser humano o, por inacción, dejar que un ser humano sufra daño;
2. un robot debe obedecer las órdenes que le son dadas por un ser humano, excepto cuando estas órdenes se contradigan con la primera Ley;
3. un robot debe proteger su propia existencia, hasta donde esta protección no esté en conflicto con la primera o segunda Leyes,
...y muestran, incluso en su propia formulación, un claro orden de prioridad.
El código ético resultante es mucho más transparente si se sustituye la palabra «robot»
por la expresión «ser humano» en la formulación de las leyes y se hacen, consecuentemente,
algunos cambios menores:
1. un ser humano no debe dañar a otro ser humano o por su inacción, dejar que un ser
humano sufra daño;
2. un ser humano debe obedecer las leyes establecidas, excepto cuando se contradigan
con la primera Ley.
3. un ser humano debe proteger su propia existencia, hasta donde esta protección no esté
en conflicto con la primera o segunda Leyes.
Tal vez cabría discutir el orden de las tres leyes en el caso de su aplicación a los
humanos pero, en su formulación robótica, debían reflejar también el papel subordinado que
los robots deben tener ante los humanos. Leídas con el «ser humano» como sujeto,
representan la expresión de conceptos tan determinantes como la solidaridad, la necesidad de
acatar las normas y leyes de comportamiento social para garantizar la convivencia, y el
derecho a la vida.
...
En una de las nuevas «novelas de robots»
escritas ya en los años ochenta, ROBOTS E IMPERIO (1985), Asimov introduce una nueva
Ley Cero de la Robótica con prioridad sobre las otras tres. Su formulación es simple y calcada
de la primera Ley:
Un robot no debe dañar a la humanidad o, por su inacción, dejar que la humanidad sufra daño.
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