jueves, 9 de junio de 2016

La ética protestante y el espíritu del capitalismo, de Max Weber. Comentario

"Institucionalización de las prácticas y creencias calvinistas en el seno de las clases dominantes de la Europa septentrional." (en la cita de Turner)
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Comentario a partir de "La ética protestante y el espíritu del capitalismo" de Max Weber

¿Qué tiene que ver el capitalismo con el protestantismo? Max Weber, el fundador de la sociología moderna, demostró en su ensayo sobre el origen del capitalismo, que existe un nexo causal entre el éxito económico y la religión.

En cada moneda y en cada billete de dólar estadounidense figura una inscripción: In God we trust (“en Dios confiamos”). La fe divina en el poder del dinero tiene sus razones. En las sociedades modernas, la economía se ha convertido en la heredera de la religión. El dinero ha sustituido a Dios. Este reemplazo funciona con menos fricción de lo que podría suponerse, porque Dios y el dinero tienen algo en común: ambos son símbolos universales.

El dinero puede, como Dios, dotar de sentido a todo. El dinero es prácticamente inagotable como portador simbólico de significado, igual que Dios. Aquél que posea demasiado dinero o muy poco sabe que el dinero es más que la mera suma de las cantidades que figuran en cada billete. El dinero no conoce fronteras: el dinero rige el mundo sin detenerse en consideraciones sobre el clima, la cultura, la nación o el sexo, y así llega- como Dios- a todo y a todos. Según las concepciones medieval y moderna del mundo, toda la creación se conectaba mediante un entramado infinito de conexiones horizontales y verticales; hoy son los mercados internacionales los que cumplen esa función.

Con el comienzo de la Edad Moderna surge un competidor para la Iglesia. La comunidad de salvación moderna se denomina economía. No reparte hostias pero, a cambio, pone monedas en circulación. Están impresas por ambos lados, igual que las hostias, y su valor material es, en sí mismo, insignificante, pero adquieren otra entidad cuando la autoridad que las ha repartido (un cura o un banco) las dota de un valor simbólico.

Después de que la economía se convirtiera en la heredera de la religión, también ocupó sus espacios. En la literatura, la comparación de bancos y bolsas con iglesias es un recurso habitual, por ejemplo, el pensador francés Voltaire propuso dirimir las controversias confesionales en la bolsa de Londres; el poeta alemán Heine declaró que en la bolsa parisina, el ministro de finanzas era adorado como un dios y el escritor británico Samuel Butler relató en su novela utópica Erewhon una visita a un “banco”: en una gran plaza hay un edificio antiguo, su imponente entrada y las altas torres suscitan un profundo respeto y reverencia, un coro de niños canta en una estancia lateral y los vitrales de colores representan escenas de la historia del banco ( El curioso nombre de la novela se debe a la transposición de las letras de la palabra Nowhere- en ningún lugar, en inglés- leídas al revés)

Los apóstatas de la economía son los que quedan en bancarrota. Los siete pecados capitales son sustituidos por uno solo: la pobreza. La penitencia se cumple en un infierno terrenal: los asilos, los barrios marginales o las fábricas que explotan a los obreros.

Las precursoras del fin de la preeminencia de la religión en beneficio de la economía fueron las primeras sectas protestantes. El católico va a la iglesia. El protestante va a trabajar. El católico santifica el domingo. El protestante santifica el día de labor. El católico practica el ascetismo y la beneficencia. El protestante e convierte en un adicto al trabajo y practica el ahorro. Los santos de la Iglesia Católica viven en el reino de los cielos e interceden ante Dios por los habitantes de la tierra. Los santos del Protestantismo habitan este mundo y fundan empresas multinacionales en el transcurso de una generación.

¿Qué tiene que ver el capitalismo con el protestantismo? ¿Por qué en el siglo XVII la economía floreció en dos países protestantes, Inglaterra y los Países Bajos? ¿A qué se debe que al mismo tiempo aconteciera la decadencia económica de España, una potencia católica? ¿Por qué todas las grandes historias de éxito referentes a la conquista de una enorme fortuna en una sola generación- el cuento del lavaplatos que llega a convertirse en millonario- proceden del país del puritanismo austero, los Estados Unidos? ¿ Tiene nuestra herencia cultural católica algo que ver con nuestro subdesarrollo económico?

Max Weber, el fundador de la sociología moderna, demostró en su ensayo sobre el origen del capitalismo, que existe un nexo causal entre el éxito económico y la religión. Afirmó que el moderno hombre profesional es un producto el protestantismo, más exactamente una consecuencia de las enseñanzas del reformador protestante Calvino. Para la doctrina calvinista, el trabajo equivalía al servicio al Señor. “Hazte rico para Dios, pero no para llevar una vida lujosa” era la prescripción de las sectas puritanas. Éstas eran las ramas radicales, como los presbiterianos angloamericanos, bautistas, cuáqueros y metodistas. Y como la riqueza sólo era agradable a los ojos de Dios por ser producto de un duro trabajo y no cuando se usaba para el disfrute, dos de las más altas virtudes de la ética puritana fueron la laboriosidad y el ahorro. Incidentalmente se inventaba el capitalismo.

De acuerdo con el austero concepto moral de los puritanos, uno trabaja para trabajar. No por haber ganado dinero suficiente para llevar una existencia acomodada podría uno dejar de trabajar. La utilidad del trabajo no radica en la satisfacción de las necesidades; en un planteamiento ideal, el trabajo está completamente disociado de aquello que se podría realizar con sus frutos. El empresario puritano inglés o estadounidense del siglo XVII subordinaba toda su vida al trabajo. Así, el negocio florecía, pero la vida privada resultaba insípida. Consecuentemente, en la casa de un empresario puritano no sólo se realizaba sin placer la multiplicación del capital, sino también la de la descendencia. La mayor incitación a la lujuria debía ser resuelta con la cabeza fría y con el pensamiento centrado exclusivamente en su finalidad.

¿De dónde procede esta excesiva valoración del trabajo de los puritanos? En el núcleo de la doctrina de Calvino y sus sucesores se sitúa la predestinación. Este concepto partía del siguiente enunciado: Dios, en su insondable sabiduría, ha predestinado quién se condenará y quién se salvará. Nada puede cambiar la decisión divina una vez que está tomada, ninguna obra, ningún sacramento. Los calvinistas carecían de iglesia oficial y de privilegiados intermediarios ante Dios a los que dirigirse en busca de apoyo espiritual. El individuo no podía acudir a ninguna parte para averiguar si pertenecía a los escogidos o a los condenados aunque, en cualquier caso, tampoco hubiera podido modificar la resolución divina. El dios de los calvinistas era lejano, inmisericorde e insobornable.

A la larga, la doctrina calvinista resultó insoportable para los creyentes, como es natural. Los sucesores de Calvino se esforzaron por aliviar su suerte. Con una lógica bastante flexible, declararon que era ciertamente posible reconocer en uno mismo los signos el estado de gracia, atendiendo a su manera de vivir. Sin embargo, el puritano piadoso debía evitar dar la impresión de querer sobornar a Dios con buenas obras, ya que éstas podían desvirtuarse por carencias morales ( aunque también podía arrepentirse)

De esta forma, la vida cotidiana estaba completamente regulada por preceptos religiosos. Consistía en una permanente vigilancia sobre uno mismo, autodisciplina y renuncias. Max Weber acuñó, para definirla, el concepto de “ascetimo intramundano”. Con este término quería expresar que la austeridad del calvinismo imponía una existencia monacal en el mundo profesional. La vida profesional se subordinaba a una vida metódica (de ahí la denominación “metodistas”) En nuestros días, todos aquellos que siguen un horario regulado de trabajo en su jornada laboral viven un cierto tipo de ascetimo intramundano. También la aseveración de Franklin de que “el tiempo es oro” procede del “espíritu del capitalismo”. Hoy se llama “gestión de tiempo” y se sumen lo costes necesarios, entre ellos, la contratación de asesores empresariales para enseñar a los empleados cómo se organizan los procesos laborales más eficientes.

La idea de trasladar la confirmación de la bondad ante Dios de los muros de los conventos a la cotidianidad surge con Lutero. En el oficio de cada uno vio Lutero el designio divino también, ya que la ocupación mantenía al creyente dentro de los marcos de sus propias limitaciones. El calvinismo radicalizó la idea de la profesión, considerándola el signo de la sobresaliente calidad moral de cada uno. Las pérdidas empresariales constituían un grave oprobio moral. En este mismo sentido, Robinson Crusoe, la novela de Daniel Defoe, establece una relación entre deudas y culpa.

Lo que resultaba fantástico de esta revaloración moral de la profesión es que la obtención de ganancias no iba acompañada de remordimientos. La fe católica consideraba el enriquecimiento personal como un pecado y, aunque se producía constantemente, traía aparejado el cargo de conciencia. Los puritanos no se enfrentaban a estos problemas cuando acumulaban más y más; muy por el contrario, era una señal segura de pertenencia al grupo de los elegidos siempre que se observara la ley y no se dilapidaba el dinero, sino que se ahorraba para ser más ricos por la gloria de Dios.

Weber concluye así que el origen del capitalismo se basa en la ética del calvinismo. Dado que los puritanos no necesitaban gastar su dinero en vistosos vestidos nuevos y nunca celebraban fiestas lujosas, fueron los primeros ricos de la historia que realmente acumularon un capital para invertir en colegios y universidades pero, sobre todo, en nuevas tecnologías, alentando el establecimiento de manufacturas en el siglo XVIII, las fábricas del siglo XIX y los conglomerados multinacionales en el siglo XX.
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Noticia Biográfica - Max Weber: 

Sociólogo alemán (Erfurt, Prusia, 1864 - Múnich, Baviera, 1920), hijo de un jurista y político destacado del Partido Liberal Nacional en la época de Otto von Bismarck que estudió en las universidades de Heidelberg, Berlín y Gotinga, y que se interesó especialmente por el Derecho, la Historia y la Economía. 

Sus primeras investigaciones versaron sobre temas económicos, algunas de ellas realizadas por cuenta de los intelectuales reformistas conocidos como «socialistas de cátedra». 

Desde 1893, fue catedrático en varias universidades alemanas, fundamentalmente en Heidelberg, salvo los años 1898-1906 en que, aquejado de fuertes depresiones, dejó la enseñanza para dedicarse a viajar y a investigar. 

En 1909, fundó la Asociación Sociológica Alemana, convirtiéndose en un gran renovador de las ciencias sociales en varios aspectos, incluyendo los de tipo metodológico: a diferencia de los precursores de la sociología, Weber comprendió que el método de estas disciplinas no podía ser una mera imitación de los empleados por las ciencias físicas y naturales, dado que en los asuntos sociales intervienen individuos con conciencia, voluntad e intenciones que es preciso comprender. Propuso el método de los `tipos ideales`, categorías subjetivas que describen la intencionalidad de los agentes sociales mediante casos extremos, puros y exentos de ambigüedad, aunque tales casos no se hayan dado nunca en la realidad. 

Weber puso, así, los fundamentos del método de trabajo de la sociología moderna -y de todas las ciencias sociales- a base de construir modelos teóricos que centren el análisis y la discusión sobre conceptos rigurosos. 

El primer fruto de la aplicación de este método fue la obra de Weber sobre `La ética protestante y el espíritu del capitalismo` (1905), trabajando sobre los tipos ideales del «burgués», la «ética protestante» y el «capitalismo industrial». Con ello, estudió la moral que proponían algunas sectas calvinistas de los siglos XVI y XVII para mostrar que la reforma protestante habría creado en algunos países occidentales una cultura social más favorable al desarrollo económico capitalista que la predominante en los países católicos.